Rastreando en viejos archivos, me encuentro con dos textos de unas pocas líneas dedicados a la poética de César Aira que me parece interesante repescar.
1) «Increíblemente, esa bazofia gustó». Esta sentencia, pronunciada por el narrador de El congreso de literatura tras asistir en el aeropuerto de Mérida (Venezuela) a la representación de su obra Adán y Eva, me parece que resume a la perfección la poética literaria de Aira. Esa conciencia de hacer algo malo, sin (aparentemente) haber sido corregido en muchos casos, con un estilo alucinado que planea por frases que se agolpan como termitas ante los ojos del lector, además de la saña de revolcarse y regodearse en ello, es lo que lo hace genial. Podría seguir y seguir pero resumo. La lucidez de saber que lo que se hace es bazofia: esto es lo que consigue que su obra sea diferente y por momentos, extraordinaria.
2) Existe algo en los libros de César Aira que nos habla de un temperamento hastiado, fatigado, aburrido. Pero también de la necesidad de liberarse de él. Como si el escritor fuera un señor que, harto de la ropa que debe vestir para presentarse en sociedad, tomara la decisión de divertirse, poniéndose unos calcetines de colores en las ocasiones más suntuosas y elegantes, y a partir de ese momento, aunque sus excentricidades con la vestimenta continuaran aumentando, por algún motivo que no conocemos, el público en general comenzara a verlas con total y absoluta normalidad. Hasta el punto de pasar totalmente inadvertidas.
No tengo en verdad hoy mucho más que decir. Acaso únicamente que me parece lógico que en la última visita del argentino a México fuera Mario Bellatin quien se encargara de acompañarlo. En varios de sus últimos textos, la influencia de Aira es más que notable. Y entiendo que ni El pasante de notario Murasaki Shikibu ni En el ropero del señor Bernard falta el traje que más detesta, serían iguales sin la existencia alógena de un escritor que nos ha enseñado que la literatura puede y ha de ser ante todo, diversión. Shalam
0 comentarios