Simple Minds nunca hicieron un disco perfecto. Aunque, sin dudas, New Gold dream es el más aproximado. Una gema sonora capaz de condensar las dos épocas del grupo escocés. La primera; experimental, fría, cortante, atrevida y la segunda; épica, comercial esteriotipada y difusa. Es un disco situado a mitad de camino entre dos corrientes por tanto, que en este caso, aparecen perfectamente sintetizadas y engranadas.
New Gold dream es, ante todo, sonido, sonido y más sonido. Razón por la que siempre me ha llamado la atención su producción. No sé si la palabra apropiada al hablar de esta obra es sobreproducción. Creo, realmente, que no es exacta. Pero sin dudas, Peter Walsh se esforzó al máximo por llenarla de sintetizadores y texturas envolventes y embriagadoras. Y teniendo en cuenta los excelsos resultados conseguidos, no me extraña que Scott Walker no tardara mucho tiempo en adoptarlo como su colaborador de referencia.
En New Gold dream, la voz parece haber sido grabada a un volumen más bajo que el resto de los instrumentos. Algo muy arriesgado que, en este caso, funciona a la perfección puesto que que refuerza la sensación de maravillosa extrañeza del disco justo cuando Simple Minds empezaba a estandarizar sus composiciones. Creo que ahí radica la grandeza de este cielo estrellado de canciones. En la manera en que Walsh fue capaz de dotarlas de un sonido luminoso y vibrante. Un sonido tan amenazador como dulce que no resulta fácil de encasillar y hace que el oyente siempre se encuentre alerta. De hecho, a veces New Gold dream más parece una sesión radiofónica o un concierto grabado de antemano que un disco al uso, sin por ello dejar de parecer improvisado o lujoso pues, al fin y al cabo, su producción es ostentosa y es el marco ideal para introducirse en un mar de canciones ensoñadoras y bucólica. Un resumen y anticipación de los primeros 80 por el que todavía resuenan los ecos de aquellos Simple Minds deudores del Bowie berlinés, Joy Division, el krautrock, New Order y Echo & The Bunnymen pero que ya miraban de reojo a Visage, Alphaville y Depeche Mode.
En fin. Un disco que comienza con una canción del cariz de «Someone somewhere (in summertime)» es una garantía de felicidad. De búsqueda musical y conexiones improvisadas e inéditas puesto que, a pesar de su éxito, New Gold dream no es ni un disco fácil ni un disco sencillo de asimilar. En él, hay desarrollos instrumentales sinuosos, alucinaciones lunáticas pop y una fina capa de niebla marítima llena de sintetizadores, que seduce y deslumbra. Una serie de características que lo convierten en la banda sonora ideal para pasear de madrugada por París, aparecer en una película de Leos Carax o ser citado como punta de lanza en la que apoyarse para llevar el techno pop a una nueva dimensión.
De todas formas, New Gold Dream no tiene un carácter iniciático. No es una obra que abra caminos sino que más bien, es un canto del cisne. Un disco casi post-romántico forjado en pleno apogeo de los nuevos románticos; Spandau Ballet y Duran Duran. Lo dicho, una mezcla rara y seductora que lo convierte en una obra realmente especial. Shalam
إِنَّ الطُّيُورَ عَلَي أَشْكَالِهَا تَقَعُ
El árbol quiere la paz pero el viento no se la concede
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