Teniendo en cuenta lo manipuladas, adocenadas y confundidas que se encuentran la gran parte de sociedades del Occidente moderno, entiendo que actualmente haría falta no ya un navaja cortando un ojo para -como sugería Luis Buñuel en El perro andaluz- desautomatizar su mirada y abrir su conciencia sino que más bien, sería necesaria una sierra ensangrentada. Aunque ni tan siquiera estoy seguro de que el uso habitual de este cruento arfectacto, pudiera proporcionar cierto grado de lucidez.
Basta con observar tanto el ridículo culto como el extremo fetichismo existente en torno a films como La matanza de Texas para darse cuenta de ello. Cuando Tobe Hooper la rodó (1974), tal vez no deseara cientos de miles de fans sino más bien millones de almas dispuestas a luchar por su libertad con sierras -y tractores si hacía falta- frente al aterrador ejército mediático y consumista forjado en el centro del capitalismo. Y lo que ha conseguido finalmente es a cientos de descerebrados pendientes de los menores detalles de su película e incapaces de aprehender el mensaje oculto. Algo que también ha ocurrido con otros emblemas del cine de terror cuyos protagonistas -Freddy Krueger (Pesadilla en Elm Street), Jason (Viernes 13) o Michael Myers (Halloween)- se han acabado convirtiendo en símbolos humorísticos, casi familiares. Ya no son tanto metáforas del horror y la angustia contemporáneas sino que son más bien penosas muestras de la impotencia que sufren la mayoría de los habitantes del mundo actual. Ciudadanos de países en los que las sierras eléctricas yacen escondidas en cuartos oscuros, al igual que los sueños y las utopías. Shalam
En cada una de las películas rodadas por Albert Serra existe un momento mágico. Unos segundos en los que el tiempo se detiene y sentimos que estamos...
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