Quisiera dejar a continuación unas palabras dedicadas a los jóvenes escritores emitidas por Thomas Bernhard. Un señor que, desde hace mucho tiempo, se ha convertido en mi medicina. El remedio más eficaz contra el dolor de cabeza y el cáncer que me devora.
Ciertamente, mi deuda es total y absoluta hacia él y conforme crezco y me adentro en los estertores del mundo literario, cada vez mayor. Porque si alguien no mintió y dijo toda, absolutamente toda la verdad en el siglo XX fue él. Su obra literaria de hecho, es en gran medida, una locomotora de sinceridad sobre la que hay todavía mucho que hablar y decir y aportar. Pero, eso sí, confío que no sea jamás en un Congreso sino a ser posible en el entierro de todos los ministros de Cultura de los países desarrollados y por desarrollar que ha habido y habrá.
Ahí van: «No os veo donde está la vida violenta y valiente, sino como pulcros custodios de archivos, funcionarios amargados, como lacayos de bien retribuidos consejeros del organismo de protección de la Naturaleza o de algún departamento de cultura provincial o municipal. Estáis metidos en el café, sin lágrimas ni humor, odiándoos a vosotros mismos y odiando vuestro entorno, muy lejos de la vida… Habéis vendido vuestro carácter y sentís un miedo desenfrenado de la necesidad, miedo de vuestros pensamientos, miedo de vuestra malignidad… Vuestras reverencias son indescriptibles; os inclináis ante cualquier desharrapado con influencia… ¡El pueblo de los exaltados se ha convertido en un pueblo de agentes de comercio!». Shalam
عِنْد الشدائِد يُعْرف الإخْوان
No se trata de morir o matar sino de vivir o vivir
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