Aunque últimamente intento centrarme en un solo disco o grupo para escribir, continúo mezclando lecturas con cierto instinto casi asesino. Lo que a veces provoca situaciones tan hilarantes como sorprendentes. Mostraré una a manera de ejemplo. Días atrás, comencé el libro La ciénaga defintiva de Giorgio Manganelli. Un texto fascinante que retomé hace unos minutos. Para volver a entrar en situación, he releído el último párrafo. Una escena en la que el misterioso personaje principal se interroga acerca de la naturaleza de la ciénaga en la que se halla. Y resulta que como previamente me encontraba releyendo el trabajo realizado por Alan Moore durante su etapa como guionista en La cosa del pantano, no he podido evitar realizar en mi cerebro la conexión que a continuación intentaré especificar.
Este es el pasaje de la novela de Manganelli:
«Pero hay algo más, en esta ciénaga, que me fascina y turba: ¿qué es esa mucosidad que se agita, esos detritos que se encrespan como una breve ola, pero en ausencia de viento? ¿Un ser vivo, una federación de seres vivos de una vida cualquiera? ¿O será toda la ciénaga un despliegue de líquida existencia, algo que en ninguna otra parte, aquí solamente, ha podido hallar una idónea sede para su propio nacimiento? Si bien no hay sonidos acordes, por toda la ciénaga corre un sordo chisporroteo, un viscoso deslizarse de membranas, un crujido de reptiles, un sordo charloteo de capullos que se abren, el temblequeo de alas invisibles. ¡Oh, lugar de la mínima vida, de los insectos cuyos nombres y destinos conocen los dioses, lugar del infinito nacimiento y de la innumerable muerte! Tu deforme apacibilidad me seduce, no me rechaces, mi cuerpo de hombre posee un alma diminuta de sapo, menos incluso, soy un ciego hijo de anguila, y ya estoy olvidando, ¿lo sabes?, el nombre de humano. Lo sabes, he dicho, y ¿qué significa, a quién dirijo esta pregunta? ¿Hallaré alguna vez a al tratar mi acceso a la ciénaga? ¿Qué forma podrá tener el dios que gobierna la ciénaga?»
Y teniendo en cuenta el cómic que estaba leyendo previamente, puede uno adivinar cuál ha sido la respuesta que he dado a esta pregunta.
Efectivamente, ese dios que gobierna la ciénaga, esa mucosidad que se agita y esos detritos que se encrespan como una breve ola, no podía ser sino……..
La cosa del pantano.
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