
Ese muerto que está triste
En fin. Quien haya consultado el texto de Alcaraz habrá comprobado que en parte hizo realidad -sólo en parte- el sueño de la gran Josefina Vincens: escribir un libro vacío. Un libro blanco que pudiera referirse a todo precisamente por su silencio. O algo mucho más sutil. Capaz de destruir la realidad y cortar los lazos con lo social de una vez para pactar únicamente con el arte. Aunque realmente, lo más importante en este caso es que el arte pareciera que termina convirtiéndose en lugar tan inalcanzable como ese silencio que el escritor intenta respetar pero rompe constantemente con la irrupción de esas reflexiones en nota al pie. Incisiones que rasgan la página, a pesar de su aparente indiferencia, con tanta violencia como las garras de los buitres que surgen de los lugares más inesperados en La casa de hojas. Un libro que es ruido, sí, pero ruido fragmentado. Un espacio tan sobrecodificado y lleno de miradas, visiones y oscuridades que al final, sí, termina convirtiéndose en página en blanco. Un poema sin hojas. Un triste refugio repleto de palabras y palabras que ninguno de los personajes -no importa lo que les haya ocurrido- que aparecen en la novela podrán dejar de amar. Porque la casa no es sólo su sombra sino también su sangre y sus sueños.

Autor: Alejandro Hermosilla
Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.
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