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El muerto (1)

Sep 19, 2024 | 2 Comentarios

Dejo a continuación el primero de dos (o tres) breves averías dedicados a Scott Walker que recomiendo leer escuchando uno de los primeros temas que grabó con The Walker Brothers: «The sun ain’t gonna shine anymore».

Quiero aclarar que tal vez mañana publique el segundo (o no). Pudiera ser que antes caiga algún que otro avería sobre un tema diferente. Aquí, en este espacio, Averíadepollos, un homenaje al arte al fin y al cabo, no debería haber demasiadas reglas.

 

El muerto (1)

Hay pocas muertes de artistas que me hayan conmocionado tan poco cuando se produjeron como la de Scott Walker. Aún recuerdo el impacto que recibí cuando murió Bowie. Algo incomparable. La intuición de que había muerto alguien cercano a un dios, un ser misterioso, cuyo espíritu podía estar rondando en esos momentos las pirámides egipcias. Admirándolo casi igual, no me ocurrió eso con Scott. Probablemente porque desde hacía varias décadas, desde que grabó Tilt, era un fantasma. Un alma evanescente que parecía estar en otro plano, en el más allá. No pertenecer a nuestro mundo. Scott Walker había logrado, sí, algo que consiguen muy pocos artistas: morir antes de tiempo.

Todos sabemos que hay dos o tres Scott. El primero hasta mediados de los 70 era un artista pop. No un artista pop cualquiera, eso sí. Era un artista sofisticado, muy elegante. Vocalizaba con una precisión comparable a la de Jacques Brel. Era más fácil imaginarlo leyendo un libro que protagonizando uno de esos escándalos típicos de los ídolos de quinceañeras. En el furor de la época, no era fácil detectarlo, pero Scott era alguien que tenía puesta su mirada en otros senderos, en otras rutas. Cuando cantaba y movía su cuerpo y manos parecía hacerlo de modo más lento que el resto de sus compañeros. Había un aura a su alrededor similar al que, en otro sentido, también rodeaba a Roy Orbison. Scott Walker no cantaba para las mujeres, para una mujer en concreto, sino que lo hacía para la eternidad.

Las canciones pop de Walker son pastorales, recuerdan más a los poemas de Petrarca y Ronsard, que a las canciones de los Beatles. Se expresan en un lenguaje pop del que reniegan constantemente y por eso logran transmitir desasosiego a pesar de que, en apariencia, son vibrantes odas del pop inglés de los 60.

Resulta normal que Scott rompiera pronto con los Walker Brothers (ninguno de los otros dos integrantes era, por supuesto, familiar suyo, eso no era más que un engaño de la discográficas, de sus mánagers) y comenzase a volar en solitario. En su cabeza flotaban vapores, había enfisemas, nieblas, dudas que deseaba investigar, en las que quería profundizar para explorar territorios inciertos. Scott era un artista en las tinieblas. No un ídolo. De hecho, su figura, incluso cuando brillaba, apuntaba más al ocaso y a los atardeceres que a los fugaces resplandores.

The Walker Brothers, en realidad, apuntaban a la muerte de la canción pop justo cuando ésta estaba naciendo y comenzando a consolidarse. Y si lo hacían era por la voz de Scott. Una voz nunca lo suficientemente valorada, nunca lo suficientemente ponderada, una voz de tenor, de alma huida, de ruiseñor, que se entrelazaba perfectamente con los clásicos arreglos orquestales inundándolos con una melancolía y una tristeza dignas de tragedia griega, de la historia de Orfeo y Eurídice.

Esa voz, los matices que imponía a cada tema y a sus interpretaciones, le conferían un carisma que conseguía igualarlo a músicos tan dispares como Dylan y The Kinks. Scott era un artista pop pero también tenía algo de trovador. Uno podía imaginarlo apareciendo en uno de los filmes medievales de Bergman (no en vano homenajeó El séptimo sello con un tema elegante, estremecedor) o protagonizando una obra de teatro en la Inglaterra isabelina. Tenía un misterio alrededor porque era muy claro. Era un artista suave, puro, y vacío. Sus interpretaciones eran tan francas, tan sinceras, tan melodramáticamente contenidas, que provocan inquietud, zozobra. Scott era el eslabón perdido entre la música medieval, el folk, y el pop inglés y el francés. Era un fantasma antes de tiempo. Justo cuando había logrado el éxito, estaba ya desapareciendo. Estaba en huida constante.

Scott Walker nunca sobredimensionaba su dolor. Era un hombre contenido. Su sensibilidad la volcaba en los matices de la voz y de las canciones. En imitar los silbidos de los condenados a muerte. Podía estar desangrándose, estar medio borracho o inmerso en una ruptura emocional que se mostraba, por lo general, impasible. Algo que lo situaba en otro plano. Lo diferenciaba de todos esos artistas pop arrebatados y lo dejaba en una especie de lejano trasfondo, no obstante, muy sugestivo. El primer Scott Walker seducía porque no quería robar los focos. Cantaba como si estuviera solo en una habitación tomando lentamente sorbos de whisky.

Su obra es una velada interminable en la que dialoga con los muertos. Scott Walker sabía que todos nosotros nos moriríamos y cantaba precisamente a los muertos que seremos. En realidad, sus discos eran secretas, silenciosas quijas espirituales.  Shalam

أخطط للعيش إلى الأبد أو أموت وأنا أحاول

Pienso vivir para siempre o morir intentándolo

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen….muro de sonido, mejico lindo, esclava de oro, cabeza de hormiga(atomica) y solapas napoleonicas….(scott imagen)…..
    2imagen….continuare cambiando siempre lo que hago aunque llegue a la edad media…….
    3imagen….la iglesia temida por todos(muerte)…..
    4imagen….op-art (ilusion optica)…..en punto muerto….
    5imagen….antonio blovk todavia no quiere hacer la capilla sixtina con el dedo de su mano…jajajj….(o la muerte no quiere chocar el puño con el de antonio blovk)…..
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=Z670jJ0UmvI…andrei rublev-1966-tarkovski….el primer vuelo…sXIV…..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) El prototipo primitivo de los de Oasis..jjaja2) Quiero convertir el sufrimiento posmoderno en arte medieval. ¿Lo lograré? 3) Los centauros y los caballos serán expulsados del reino de Dios. No les estará permitido la entrada. 4) Los Fraguel rock. Viva el pop jauja. 5) Hagas lo que hagas vas a peder. Tenlo claro. Nos vamos a ver antes o después y lo sabes. PD: las llamas del infierno. El encuentro entre Tarkovksy y Dostoievsky.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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