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Diarios

Nov 23, 2023 | 2 Comentarios

Continúo, a mi ritmo, leyendo los Diarios de Rafael Chirbes. Ahora mismo estoy a punto de finalizar el segundo tomo. El tercero y último se encuentra en mi mesilla de noche pero no creo que lo comience hasta dentro de uno o dos meses. Necesito descansar de tanta intensidad, franqueza y verdad. La mayoría de las anotaciones realizadas por Chirbes son crudas, verdaderas y amargas. Están tan bien escritas y llenas de lucidez que me resulta difícil retomar luego mi vida cotidiana. Siento deseos de continuar conociendo los dolores, manías, obsesiones y pequeñas alegrías de un escritor capaz de aunar la maestría y la sencillez de manera prodigiosa.

Chirbes cae bien. Es difícil que resulte antipático porque es honesto. Tengo la impresión de que si hubiera criticado un libro mío, superada la frustación inicial, le hubiera agradecido sus palabras.  Ante todo, porque no se percibe en él rencor sino sinceridad. La sabiduría de todos esos perdedores y descreídos que, a pesar de los golpes de la vida, no se han convertido en cínicos. Poseen ciertos atisbos de claridad inocente y bondad en su pellejo que convierten, por ejemplo, sus juicios sobre libros en enseñanzas morales acerca de la escritura a las que merece prestar toda la atención posible.

Hay muchos aspectos que me emocionan y me sorprenden de esos valiosos apuntes, esas notas parecidas a la carta de un náufrago en medio de un proceloso océano. Para empezar, la cuidada y deliciosa manera en la que describe los paisajes que visita o que rodean el lugar donde vive. Se nota que Chirbes leyó con profundidad a Azorín, Sénder, Antonio Machado, Blasco Ibáñez, Miró, Clarín y muchos de los escritores realistas españoles. Chirbes nos transporta de manera leve y grácil a los lugares que visita. Describe los naranjos, los olivos, las huertas o los campos de trigo con la concisión exacta. No se recrea en esas descripciones pero sí las dota del rigor y la consistencia necesarios para que podamos por momentos visualizar el límpido color de los limones que reinan en un vergel, los ásperos y flácidos palmitos y esparragueras que se extienden por un seco monte o la sobriedad que desprenden tierras yermas (en las que aparecen de tanto briznas de tomillo u orégano) rodeando alguna construcción de cemento cuya efigie obstruye la calma del campo levantino.

Por supuesto, también me fascina la manera en la que describe los olores. No sólo los nacarados y frondosos que proceden de la naturaleza mediterránea sino asimismo los de los cuerpos en descomposición, las calles sucias, las paredes desconchadas por la humedad o las letrinas de una estación de tren.  Chirbes fue un escritor ácrata, realista y necesario porque se fijaba en la descomposición. Su descripción, por ejemplo, de ciertos alimentos franceses es de una sutileza enorme porque es capaz de apreciar su sabor grotesco y su refinada compostura. Cuando Chirbes describe los quesos parece que está penetrando en un burdel. Radiografiando la oscuridad libertina que emergía en medio de los sueños iluminados de la Ilustración. No tiene por eso reparos en confesar que los quesos franceses poseen «sabores vagamente excrementicios (saben a culo de vaca, a culo de oveja)» ni en referir el gusto de la alta cocina parisina «(pero, muy especialmente, la lyonesa) por las vísceras, por los aromas fuertes», por «esas andouillettes, salchichas que contienen tripa envuelta en tripa, y que se aprecian más cuanto más intensamente animal es su sabor».

Estas descripciones de los alimentos, Chirbes las extiende también a los cuerpos humanos. En ese sentido, su mirada es demoledora. Porque, consciente de su declive, se fija más en los defectos y el deterioro físico provocado por la edad que en los esplendorosos músculos de los hombres que se cruzan en su camino. Los cuales ya no mira con voluptuosidad. Chirbes desnuda la miseria de los gimnasios. Rastrea el sudor, las arrugas, la flacidez. Escarba en ese infatuo deseo de los hombres maduros por mantenerse jóvenes para evitar mirar de frente el ocaso.

A pesar de su escepticismo, Chirbes no es un nihilista. Tan sólo es árido. En un momento dado, cita a Cicerón. No por casualidad. Puesto que sus Diarios poseen cierta contención sabia, algunos restos de moral, que no obstante no lo distancian de cierta voluptuosidad y relajación vital que impregna de vida incluso el más oscuro de sus dictámenes. Chirbes narra sus días con cierta desgana que rebaja la carga de tragedia. Pero no por ello (al contrario) evita los trances más incómodos que lo hacen abusar del tabaco o de tanto en tanto beber más copas de las debidas en noches de borrachera que son, en cierto sentido, confesiones existenciales de su fracaso. Liturgias temerosas ante lo inminente: su propia muerte. Su progresivo deterioro.

Por último, me fascina la manera en la que Chirbes se refiere a su obra. Sus novelas le parecen defectuosas, llenas de lugares comunes, desprolijas, faltas de ritmo. Chirbes es tan cruel con su talento literario que por momentos parece Calígula. Se culpa y se fustiga sin piedad. Nunca encuentra un momento para trabajar sus conferencias, artículos y novelas como es debido. Chirbes es el mayor critico de su obra. Leyéndolo a veces tenemos la impresión de que hubiera agradecido romperla página a página y, sobre todo, no haber nacido con el don de la escritura. Una condena en su caso.

De cualquier modo, leyendo sus Diarios lo que queda claro es que si Chirbes fue un soberano escritor no sólo fue por su asfixiante capacidad autocrítica  sino porque siempre antepuso el hombre al escritor. Su persona a la profesión. Es por eso que estos Diarios son un acontecimiento. Y son necesarios. Porque Chirbes logra que sintamos que sus miserias son, en esencia, las de cualquier hombre. Las de cualquiera de nosotros. Shalam

لا توجد لحظة في الحياة خالية من الواجبات

No hay momento de la vida que esté libre de deberes

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…mirada fuerte, clara, recta, casi desafiante, como la calle mojada de adoquines antiguos…….
    2imagen….detras aparecen los cielos del greco……
    3imagen….mis aprendizajes y yo…..
    4imagen….. los surrealistas decian que cada calada al cigarro era un agarre al pezon de la madre….jajaj…
    5imagen…barandilla, me canso me paro y pienso y el friso del mundo iberico (ceramica)…..
    el friso es de cuatro colores arcilla, azul, oxido de hierro y el negro (bioxido de manganeso)……
    los elementos del friso son las hojas de hiedra (en una banda ancha central) y los dientes de lobo (en las bandas estrechas)
    (tengo siempre en consideracion a la ceramica iberica)….
    PD…https://www.youtube.com/watch?v=207gjP-ggHg….la pantera rosa cantando «el paño», la pianista sito pons a pepino limpio (las hermanas david lynch), jajaj…

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  2. Alejandro Hermosilla

    1) Caballero antiguo. Españo. De buena cuna. Suena Concha Piquer. 2) El espíritu tramontano. Cielos de Machado. 3) La vida cotidiana de un escritor. 4) Rememorando con tristeza los años duros de su infancia. 5) General romano a primeros de siglo viendo satisfecho la llegada de las tropas victoriosas y en ellas, destacado, el soldado del que está enamorado. PD: Deliciosa composición. Deliiosa letra que parece a mitad de camino del refranero español y un poema de Lorca.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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