AVERÍA DE POLLOS: Inicio E Música E Destrucción de una ilusión

Destrucción de una ilusión

Sep 15, 2014 | 0 Comentarios

Sí. Yo también crecí escuchando a Guns N’ Roses y de tanto en tanto, necesito un chute de su música penetrando en mis venas. Hoy en concreto, estoy repasando sus monumentales Use your illusion. Dos discos ampulosos, repletos de melodías callejeras, glam y punk que dejan perfectamente de manifiesto las ansias de grandeza de una banda que murió de éxito. Se autodestruyó a sí misma llevándose por delante el hard rock ochentero, el glam-metal y cientos de los estilos de los que bebieron y al mismo tiempo, impulsaron a un nivel de popularidad nunca visto hasta entonces; cuando Appetite for destruction reventó lo oídos de medio mundo convirtiéndose en un hit bailado a partes iguales por pijos, rastas, heavies o punkies.

Con el tiempo, lo que más me interesa de la banda del esquizofrénico Axl es el deje setentero de ciertos de sus temas y las referencias al blues más salvaje de algunos de los riffs de guitarra incluidos estratégicamente en cada uno de sus discos. También, claro, la insolencia, visceralidad y violencia que transmitían. No había nadie más políticamente incorrecto que ellos. Aún resuenan en mis oídos los cientos de «fuck you» que soltaba Axl a cada instante así como sus continuas idas de olla, sus declaraciones subversivas y fuera de tono, sus odas contra la homosexualidad y sus continuas loas a las drogas que hoy serían totalmente prohibidas nada más salir de su boca.

Todo adolescente necesita de algún demonio para sobrevivir frente al adocenado mundo adulto. Ese mundo estructurado que rompe aguas por todas partes lleno de hipocresía. Y Guns N’ Roses fueron ese demonio. El grupo adecuado para soltar la rabia y soñar en una sociedad sin leyes donde todo estuviera permitido. De hecho, lograron lo imposible. Poner de acuerdo a miles de jóvenes (y no tan jóvenes) occidentales que vomitaban sangre y bebían sin descanso escuchando sus canciones. Melodías que parecían compuestas para describir el fin del mundo y perderse en el centro del infierno. En realidad, los gunners fueron el mismísimo peligro durante un tiempo y consecuentemente, muy pronto, dada su juventud, las drogas y su escasa capacidad de contención, se convirtieron en un enorme barco sin velas que hacía aguas por todos lados. Pero no importa. Porque a medida que perdían el control de sus vidas y hasta de su música, los comprendíamos y queríamos más. Los sentíamos más cerca de nosotros.

Su disolución final, su esquizofrénica separación refleja bien a las claras quiénes eran realmente: jóvenes desclasados que tan sólo deseaban ganarse la vida como lo había hecho Chuck Berry. Poseer la seguridad hasta el fin de sus días de practicar sexo con quien desearan y drogarse hasta partirse el alma. Muchachos de escasa cultura, procedentes de familias disfuncionales y con vidas controvertidas que habían llegado a donde lo habían hecho por escuchar desde la cuna, miles de discos de rock cuyas enseñanzas resumieron en obras que eran estallidos de furia y sexo incontrolables. Capaces tanto de hacer entrar en éxtasis a rubias de cloroformo como de convertirse en la banda sonora de cientos de adolescentes sin rumbo.

Las influencias de Guns N’ Roses eran variadas y dispares: Hanoi Rocks, Kansas, Nazareth, Alice Cooper y cientos de bandas más que sobrevolaban por canciones que herían y alborotaban. Nos esclavizaban a sus ritmos obligándonos a tomar partido, gritar, salir a la calle y bailar. Aunque, como años después mostrara Nirvana, ya no sirviera de nada. De hecho, no puedo evitar comparar el fracaso final de Guns N’ Roses con el suicidio de Kurt Cobain. Pues creo que ambos sucesos, de alguna forma, estaban aludiendo al final del rock tal y como lo habíamos entendido hasta entonces. La muerte de Guns N’Roses tal vez fue su defunción oficial y la eclosión del grunge, su epílogo. Porque todo lo que vendría después, reciclaría conceptos e ideas consabidas intentando actualizarlas pero casi nunca conseguiría crear algo nuevo, (si exceptuamos ciertos experimentos entre la electrónica y el rock o el jazz que acabarían desembocando en el post-rock).

Exactamente, la banda de Axl fue un intenso estallido de nihilismo que tanto en su ascenso y apogeo como en su ocaso mostró con clarividencia que el rock estaba agotado. Que, en esencia, su destino era consumirse en sí mismo. Pero eso que demostró, lo hizo tras revivir el cadáver. Y por eso no veo tantas diferencias entre la actitud de los gunners o una banda como The Cramps. Ya que ambos grupos llevaron este estilo al límite con la conciencia de que ya se había terminado aquello que tenía que decir. No podía salir de la era del espectáculo y lo mejor que podía hacer era arder ante todos como lo hicieron en su momento la guitarra de Jimi Hendrix y Peter Townshend o los cabellos negros de Jim Morrison. El rock, sí, era un circo. Los golpes de karate de Elvis frente a innumerables cuarentonas en Las Vegas, lo habían demostrado. Y Guns N’ Roses simplemente anunciaron lo inevitable: que el capitalismo tardío se adueñaría del su espíritu en unos años y a partir de ese momento, ya sería imposible encontrar la pureza, la rabia y el furor que desprendían grupos como ellos. O al menos, si no imposible, muchísimo más difícil que hasta entonces.

¿Cómo no voy a disfrutar, en cualquier caso, escuchando a los viejos gunners? La mezcla de punk y hard-rock que realizaron, no era en absoluto fácil. Continúa cortando el viento como las navajas cuando se afilan. Es una especie de salmo de una tribu herida. Un pueblo dispuesto a matar o morir que no cree en el futuro pero aun así se niega a ser derrotado. Se empeña en avanzar aunque tiene un desfiladero ante sí. Y cada uno de sus discos en esencia, es un tiro errado que estalla en territorio enemigo cuando menos se lo espera. Un deseo de libertad cumplido antes de morir.  Shalam

 ا حكّ جْلْْْْْدك مثل ظْفرك

 El genio es un rayo cuyo trueno se prolonga durante siglos

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

Contenido relacionado

Videoaverías

Averías populares

La iglesia del ruido

Hay algo que me suele ocurrir cuando escucho las ruidosas sinfonías de Glenn Branca: que cuanto más ruido emiten las guitarras más paz siento. Por...
Leer más
Share This