En algunas ocasiones he realizado críticas de discos imaginarios. Tengo un borrador donde hay más de cincuenta sobre grupos que nunca existieron y ciertos estilos cuyos acordes y sonidos sólo se escuchan en mi mente. Ahora de momento no puedo plantearme corregir esas páginas aunque entiendo que algún día lo haré. No obstante, no es esa mi única fantasía musical sino también la de componer textos sobre grupos y discos que realmente han existido a los que modifico su historia. Para ello, me baso en las resonancias y sugerencias que su obra produce en mi interior sin por ello olvidarme de la realidad.
Dejo a continuación una de esas breves exploraciones literarias en este caso dedicada a Black Sabbath.
La gran mayoría de discos de Black Sabbath fueron grabados en un castillo. En medio de un círculo dibujado en el rojizo suelo de un amplio comedor en cuyo centro se encontraba el lienzo de un negro cisne desplazándose en soledad por un lago. Ante todo, porque el grupo británico quería capturar el opresivo ambiente de hostigamiento existente en diversos condados durante el Medievo. La lúgubre tristeza de aquellos tiempos.
La letanía monótona y rocosa de muchas de las composiciones se justificaba porque todas ellas hacían referencia únicamente a un solo personaje: un noble que, cada mañana, observaba con aire grave y preocupado desde su habitación a jóvenes muchachas hablando despreocupadamente en los jardines, a los mendigos acudiendo a la iglesia y a un bufón entonando una triste canción. Porque todas ellas exponían sin ambages las preocupaciones -el paso de los años, la decrepitud sexual, los remordimientos, la naturaleza del poder- y perversiones del enigmático habitante del castillo. Quien, ya entrado en la vejez y consciente de los pocos años que le quedaban, se entregaba por completo al libertinaje. Ordenaba encerrar a varias doncellas en los calabozos y se dedicaba a disfrutar de cada una de ellas. Escuchado con delectación sus quejidos conforme meditaba sobre la naturaleza del poder y leía tratados políticos y filosóficos en voz alta.
Cada uno de los discos de la banda británica era por tanto una exploración distinta de ese tortuoso mundo. Cada chillido de una mujer vejada se correspondía con un rasguido de la guitarra de Toni Iommy, cada aullido de desesperación con un graznido de la voz de Ozzy Osbourne, cada redoble de la batería de Bill Ward con los pasos del noble por el castillo y cada sarpullido del bajo de Geezer Butler con heridas, convulsiones y ecos de voces torturadas retumbando en las celdas.
Los cuatro músicos se comportaban como exorcistas. Extraían oleadas de sonido de la destrucción de la vida en comunidad y testimoniaban la desesperanza del alma de los nobles frente al porvenir. Describiendo el aura de sociedades en las que la soledad se había convertido en locura, la concordia había sido totalmente derruida y apenas se escuchaban latidos de odio en medio de los bosques. El constante repiqueteo de negros puñales así como los negros susurros de jóvenes condesas muertas. Shalam
عد تناول الطعام ، فإن أفار جائع أكثر من ذي قبل
Después de comer, el ávaro tiene más hambre que antes
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