Astro city es una deliciosa golosina sumamente disfrutable. Puro dream pop. Una ensoñadora fantasía adulta recubierta de entusiasmo adolescente terriblemente adictiva que se lee con encomiable facilidad no sólo por el buen hacer de Kurt Busiek al guión y los claros, amplios y precisos dibujos de Brent Anderson sino porque se percibe que ambos adoran su trabajo. Son casi más fans que analistas de sus proyectos. Y combinan perfectamente la acidez de las historietas de los 90 y principios del siglo XXI con la más inocente aureola de las que conocieron en su infancia de tal forma que, a pesar de su innegable modernidad, su maravillosa creación puede ser considerado el primer cómic retro. Una obra que estoy seguro que, de encontrarse vivo, haría las delicias de Roy Lichtenstein, cuya fisionomía permite rememorar el sabor de los tebeos de los años 50, 60 y 70 del pasado siglo pero al mismo tiempo, respira actualidad. Mira de frente a la era dorada de los superhéroes y al Watchmen de Alan Moore y avanza entre las vías abiertas por esos dos colosales muros gracias a la obsesión de estos dos señores a los que no es difícil imaginar tirando ansiosos del brazo de su madre al pasar por un kiosco cuando eran niños. Leyendo los viejos cómics de la DC y la Marvel en el autobús que les conducía a la escuela, antes de acostarse o mientras cenaban e incluso suspendiendo algún examen por haberse quedado durmiendo sobre las páginas de las que eran sus más preciadas posesiones. Razones más que suficientes para entender por qué la inmersión en Astro city es tan gozosa y placentera. Una mezcla entre el easy listening y el surf psicodélico. Una canción de Roy Orbison procedente de otro mundo.
Doy por hecho que no hay lector de este portaaviones animado que no sepa que su origen hay que buscarlo en Marvels. Una serie limitada de cuatro números con la que Kurt Busiek y Alex Ross (el autor de las intensas y magnéticas portadas de Astro City) revolucionaron las historias de superhéroes abordándolas desde un punto de vista inédito: el de los ciudadanos comunes que aparecían en el fondo de las míticas viñetas dibujadas por John Romita Sr, Jack Kirby, John Byrne y demás gigantes del cómic norteamericano y hasta entonces habían sido completamente olvidados. No pasaban de ser meros secundarios o puntitos sin importancia en medio de viñetas centradas en describir intensas peleas de Spiderman, Superman y Los Cuatro Fantásticos contra el Buitre, Lex Luthor o los Skrulls llenas de asombrosos escorzos de los héroes y villanos correspondientes.
En Marvels eran los superhéroes quienes estaban en un segundo plano y las personas anónimas pasaban a ocupar el foco central. O más bien, lo importante pasaban a ser las incontrolables emociones y sensaciones que provocaban las hazañas y vidas de esos semidioses en la población. Lo que convirtió a la miniserie, sí, en un psicoanálisis colectivo con mimbres universales que no tardó en hacer de Busiek una celebridad a la que le llovían ofertas de todo tipo para registrar su visión del Universo Marvel o Dc. Pero entre claúsula y claúsula, demoras y prohibiciones de abordar tal o cual personaje debido a los derechos registrados, optó por dar un salto al vacío y crear su propia colección. Una decisión arriesgada que con el tiempo se convirtió en sabia. Un baza ganadora gracias a la que pudo aflorar total y majestuosamente su creatividad.
En verdad, Astro city no es únicamente, como se podría deducir de mis palabras y del título de la colección, un análisis y descripción de la vida de una ciudad y sus habitantes durante la era de los superhéroes sino también una revisión, análisis y puesta a punto de los dramas de muchos de esas clásicas estrellas del cómic que aunque aquí aparecen con otros nombres, identidades, superpoderes y recursos son perfectamente identificables. Por más que Busiek utiliza esas similitudes para ir hacia otros rumbos. Trabaja con sus diferencias y va poco a poco delimitando sus personalidades al tiempo que construye un complejo y delicioso entramado histórico en el que siempre, eso sí, destaca el drama humano. Porque lo que nunca se pierde de vista en Astro city es el mundo interior. Las crisis, los miedos y luchas continuas tanto de los ciudadanos normales como de los héroes por adaptarse a la realidad. La ansiedad, la angustia, la ambición y la ruindad. Acontecimientos que Busiek narra de manera divertida. Casi a ritmo de balada italo disco. Con la conciencia de que no hay mejor revolcón que el que termina con ambos amantes abrazados y riendo a carcajadas.
Hay pocas obras de este género en cualquier caso que hayan profundizado con tanta exactitud y liviandad en los problemas cotidianos de sus protagonistas hasta el punto de poder afirmar que esa es su esencia. A lo que hay que añadir por supuesto unos giros de guión tan meditados como sorprendentes que juegan y rompen con todos los sobados códigos que han transformado en cansinas muchas de las historias de superhéroes. Y hacen de cada lectura de un número de Astro city una absorbente experiencia. Un viaje por una autopista donde siempre se puede acelerar un poco más. La escucha de un disco lleno de hits antiguos y nuevos a todo volumen en unos auriculares de lujo.
Obviamente, es difícil rehuir las comparaciones de Astro city y Watchmen. No seré yo desde luego el que lo haga aunque entiendo que Moore y Busiek apuntan a distintos lugares. Watchmen era una visión totalmente adulta de los superhéroes. La mirada de un cruzado. De un negro caballero medieval. De un chamán. Una mirada bíblica y apocalíptica. Y sin embargo, Astrocity es una mirada infantil a estos mitos contemporáneos realizada por un adulto que sabe que ya no puede volver a ser niño. Es tan enaltecedora como pesimista. No es trágica sino juguetona. No marca un antes y después sino desarrolla una vía alternativa. Busiek trata a los seres humanos como si fueran superhéroes y viceversa. No prioriza las existencias de unos sobre otros. No destruye a los mitos sino que los imbuye de realismo para destacar aún más su carácter fantástico y maravilloso. Su extraordinaria presencia que al mismo tiempo magnifica la de quienes comparten sus vidas con ellos. Ya sean periodistas, turistas, albañiles, amas de casa o abogados y fiscales. Sugiriéndonos que, por más a gusto o en contra que se esté con ellos, no es posible por el momento acabar con su influjo porque nuestra exigente y absorbente época nos ha convertido a todos, de un modo u otro, en su reflejo. Dicen mucho no sólo de quién deseamos ser sino de lo que somos o aquello en lo que nos estamos convirtiendo.
En suma, Astro city es una maravillosa anomalía que si bien no llega al nivel de las obras cumbres del género (pero casi, casi) posee una enorme consistencia y regularidad. A estas alturas, Busiek y Anderson son casi familiares nuestros. Dos colegas más. Y eso es muy de agradecer teniendo en cuenta las estúpidas luchas de ego a las que hemos sido sometidas por monstruos como Alan Moore y Grant Morrison. Busiek y Anderson (y creo que también Alex Ross) no pretenden reinar en los abismos contemporáneos. No se consideran mitos vivos. No luchan por ser el mejor autor u ocupar un puesto por encima de sus colegas en la historia. Simplemente aman los comics con toda su alma. No pueden vivir sin ellos. Y por eso Astro city es una original, amable y cariñosa carta de amor y fidelidad al arte de la viñeta que no se puede leer sin sonreír una y otra vez. Es una colección de historias tan atractiva y magnética como un sábado durante la niñez o ciertos singles pop escuchados en el momento adecuado, caso del «Take on me» de A-ha. Shalam
الحظ يأتي على بعض السفن غير الموجهة
La fortuna llega en algunos barcos que no son guiados
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